
Robot Salvaje: Roz y la sociedad del bosque
Sobre la película Robot Salvaje (Chris Sanders, EEUU, 2024)
Nuestro planeta se muere. Los efectos de las continuas acciones degradantes que emprende el ser humano contra la madre naturaleza cada día son más patentes.
Si la filmografía de Pedro Almodóvar tiene como pilar fundamental la maternidad, cabría preguntarse cómo abordarla desde el punto de vista más abstracto. Así, La habitación de al lado (2024) basada en la novela Cuál es tu tormento de Sigrid Nunez trata la enfermedad terminal de una mujer como metáfora ecologista de un mundo crepuscular.
Curiosamente, en esta película hay una mención a un matemático de la Deep Web al que nunca se ve y que actúa como Caronte dentro de una historia sobre la espera ante lo inexorable. Puede que las matemáticas en este film tengan un simbolismo de muerte, pero también son el lenguaje universal que da vida a la Inteligencia Artificial y el cimiento sobre el que se edifica y fundamenta toda la arquitectura computacional, fruto del pensamiento de Geoffrey Hinton: el padre de las Redes Neuronales.
El Deep Learning es la clave que permite a los ordenadores reproducir el proceso humano de aprendizaje. Es ahí donde surge la clave para poder entender una de las películas más importantes de animación de este año: Robot Salvaje (2024) de Chris Sanders y basada en la novela infantil de Peter Brown. La premisa parte de la llegada de Roz, una robot asistente a una isla donde debe aprender a adaptarse. Con un diseño mezcla de C-3P0 y Robby de Planeta Prohibido (1965), mirada heredera de Hal 9000, Bumblebee y Wall-E, tiene un carácter lógico y eficiente. Sus movimientos son decididos y precisos, pero debe aprender a reprogramarse para encontrar patrones de comportamiento animal dentro de un entorno que, en un principio, le resulta extraño y hostil. En cierto sentido, algo similar le ocurría al protagonista canino de la anterior película del director La llamada de lo salvaje (2020), donde ya apuntaba un discurso sobre la dureza del proceso de integración.
La inteligencia de Roz radica en la capacidad emocional para mostrar compasión y mimetizarse con la naturaleza. El desarrollo de su personalidad maternal va acompañado de un tierno trabajo de animación que subraya su carácter más expresivo en el uso de los colores con los que ilumina el enamoramiento entre la robot y el pequeño ganso al que adopta como hijo. Aunque los diseños de los personajes sean en CGI, tanto sus superficies como la elaboración de los fondos que recrean la naturaleza, están trabajados a mano con un estilo que conceptualmente bebe del mimo cinético que Disney imprimía en Bambi (1942), la delicadeza sintética en la animación de lo primordial que Miyazaki proyectaba en Mi vecino Totoro (1988) y el impresionismo sensitivo de Monet.
En su parte final, el empeño en aprender a volar se vuelve el símbolo de libertad, madurez e independencia necesario para encontrar la auténtica fortaleza de la identidad.
En suma, una fábula deslumbrante sobre el papel de la Inteligencia Artificial como eje central de una comunidad que debe unirse para sobrevivir y hacer frente al invierno: reflejo de las alteraciones del devastador cambio climático.
Un artículo de Nicolás Quintero, Data Science en Innova-tsn.